Siempre es agradable pensar como hemos llegado a crecer como profesional. Los años recorridos, en donde has podido encontrarte por el camino proyectos que han sabido sacar todo tu potencial. No cerrarte a nuevos retos que a priori nunca habías pensado adentrarte.
No me había planteado dedicarme al diseño sonoro y era la primera vez que tenía que diseñar toda la mezcla. Lo único que tenía seguro eran las voces de los diálogos, unas frases que a priori no tienen sentido pero que en el contexto de la historia que se relata le va como anillo al dedo.
¿Sería capaz de crear un ambiente de guerra?
Del resultado de todo el trabajo me quedo con lo que disfruté con todo el proceso. Creando pistas con diferentes sonidos: Bombas, tiros, metralletas y hasta helicópteros. Todo mezclado como si fuera una partitura musical. Comencé a sentir la fiebre del sonido y que todavía me dura.
De algo que aparentemente nunca había pensado dedicar mi tiempo, aprendí que en cualquier momento de tu vida puedes encontrar una nueva pasión donde seguir disfrutar y convertirlo en tu trabajo.
A día de hoy todo lo que aprendí en esos años de aprendizaje en la escuela donde me diplomé, Bande á part han servido para que sea capaz de crear desde cero un proyecto sonoro, es decir, grabar en primer lugar el sonido directo pensando en la post producción. A diferencia que en la “Trinchera”, donde tuve que crear a base de una biblioteca sonora en los siguientes proyectos aprendí a grabar mis propios efectos dándole un toque aún más realista a las mezclas.
La edición no tuvo complicación, en parte porqué se había rodado en 16mm. Tomas casi únicas por plano. El negativo manda y no había muchas florituras para muchas grabaciones. En definitiva un cortometraje que disfrute mucho con la creación sonora y en donde también monte la imagen..
En 2011 fue creado y ahora en 2019 he querido recordar la experiencia.
Sandra Barrachina